Guía para Elegir y Catar un Buen Vino
¿Te asusta un poco elegir un buen vino? ¿No entiendes las etiquetas ni los términos sofisticados? ¡No te preocupes! Esta guía práctica te ayudará a escoger botellas con confianza y hasta a catar los vinos una vez abiertos.
Elegir una buena botella de vino no tiene por qué ser complicado. Aunque las etiquetas a veces parecen escritas en otro idioma y los sumilleres hablan de “taninos” y “cuerpo” como si todos supiéramos de qué van, la verdad es que con unas pocas claves cualquiera puede empezar a navegar el mundo del vino con confianza. Lo más importante es recordar que el vino, al final, está para disfrutarlo, no para sufrirlo. Así que, tanto si estás buscando el acompañamiento perfecto para una cena especial como si simplemente quieres relajarte con una copa al final del día, aquí tienes una guía sencilla para elegir bien y, de paso, aprender a catarlos.
Empecemos por lo Básico: ¿Tinto, Blanco o Rosado?
Lo primero es decidir qué tipo de vino te apetece. Si eres nuevo en esto, quizá te convenga empezar por algo fácil de beber, como un Merlot (tinto suave y afrutado) o un Sauvignon Blanc (blanco fresco con notas cítricas). Pero si quieres ir un paso más allá y probar algo diferente, hay dos variedades que suelen pasar desapercibidas y son verdaderos descubrimientos: el Cabernet Franc, un tinto elegante con aromas a hierbas frescas y frutos rojos, y el Viognier, un blanco aromático que recuerda a melocotón y flores.

La Cabernet Franc es menos conocida que su “hija”, el Cabernet Sauvignon, pero mucho más versátil. Se encuentra en regiones como el Valle del Loira, en Francia, o en Mendoza, Argentina, pero también la puedes encontrar en Catalunya y en la comarca de El Comtat en Alicante.
Por su parte, la Viognier es una delicia para los amantes de los blancos con personalidad. Originario del norte del Ródano (Francia), hoy también se produce con excelentes resultados en países como Estados Unidos o Australia, y en España tenemos muy buenos vinos de esta variedad en El Comtat, Alicante.
Huye del clasicorro argumento de “tinto para las carnes y blancos para el pescado”. Pero huye con cabeza. Trata de que el vino esté acorde al menú que vas a degustar y en qué entorno lo vas a hacer: paisaje, temperatura, resto de comensales… aunque a veces arriesgar te da el éxito, comienza por la lógica: a una comida más contundente en invierno le va a ir mejor un tinto crianza que un blanco joven, pero también un blanco con maduración en barrica puede ser un complemento perfecto. En cambio, a un arroz a banda en Xàbia en julio le va a ir muy bien un rosado afrutado, un blanco tropical o un tinto joven e incluso un espumoso.
El Arte de Catar (sin pretensiones)
Catar un vino puede sonar intimidante, pero en realidad es solo una forma de prestarle atención. Empieza por mirarlo: el color te da pistas. Un tinto joven será rojo rubí, mientras que uno con crianza tendrá tonos más terrosos. Los blancos jóvenes son casi transparentes, y los envejecidos adquieren un dorado suave.
Para ver el vino es bueno inclinar la copa sobre un fondo claro y neutro. El centro del óvalo que se crea muestra el color del vino más intenso, mientras que el ribete (la parte en contacto con la copa) muestra tonos más claros. En tintos, un ribete rojo brillante o violáceo denota juventud; tonos teja o marrones indican crianza. En blancos, un ribete dorado sugiere barrica, uno casi transparente, juventud.
Después de la fase visual vamos a pasar a la fase olfativa. Huélelo. Primero sin agitarlo, para captar aromas primarios (fruta, flores). Después, dale un suave giro a la copa para que se oxigene y descubre notas más profundas (miel, especias, tostados).
Finalmente, pruébalo. No se trata de hacer gárgaras, sino de dejar que el vino recorra tu boca. ¿Notas acidez? ¿Fruta? ¿Una sensación astringente? Un vino redondo es equilibrado, sin aristas. Como un buen Merlot o un Viognier bien hecho.
Mueve el vino por la boca: en la punta notarás lo dulce; en los laterales, la acidez y mineralidad; en el centro, si es cremoso o refrescante. Al final, en garganta, el retrogusto y la persistencia: ¿se mantiene el sabor tras tragarlo? Si sí, y es agradable… has elegido bien.
Aprende a leer las etiquetas
Además del diseño (a veces auténticas obras de arte), las etiquetas contienen mucha información: año de la vendimia, crianza, variedades, denominación de origen, y una pequeña descripción del vino en la contraetiqueta.

Desde los últimos cambios legislativos, los vinos incluyen un código QR que te lleva a una ficha técnica: calorías, azúcar, sulfitos, alcohol… escanéalo y explora.
Vinos para empezar (y para lucirse)
España tiene una riqueza vinícola inmensa. Puedes comenzar con clásicos seguros: tempranillos de Rioja, Mencía de El Bierzo, Verdejos de Rueda o Albariños de Rías Baixas. Son accesibles y de calidad.
Pero si quieres sorprender, apuesta por bodegas pequeñas, variedades menos conocidas y elaboraciones más naturales. ¿Te gusta el vino natural? Sin sulfitos añadidos, es un plus ante tus invitados. En ese caso, no dudes en probar los nuestros.